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Roto


Nuestro primer encuentro fue en blanco y negro. Contigo compartí todo el dolor que llevaba dentro, un dolor que desapareció gracias a ti, pero que fue sustituido por uno mucho peor cuando decidiste dejar esa cicatriz durante una triste primavera.


Yo había caído en tu maldita red, enredándome en ella y permitiendo que tus manos calientes me manipularan como si no fuera más que un cubo de hielo que terminó por derretirse entre tus dedos.


Y, aun así, sin importar como de retorcidas se fueron tornando las cosas, yo seguí en busca de una forma de estar a tu lado, donde tú y yo pudiéramos estar juntos, mirándonos a los ojos y demostrarnos una vez más ese amor que había nacido en el pasado. Sabía lo que pasaba, pero no quería mirar, no lo quería aceptar, y esa imprudencia me hizo descender por una peligrosa escalera en espiral, donde la oscuridad aguardaba.


La oscuridad me asechaba y yo permití que me atrapara. Quería que me rescataras, que jugaras lento, pusieras tu boca sobre la mía y me demostraras amor. Confiaba en que lo harías, confiaba en que de esa manera podría ser salvado y no pude estar más equivocado. No sé qué sucedía conmigo, y era algo que no paraba de reprocharme cada vez que me veía al espejo y preguntaba quién era esa persona que me devolvía esa mirada tan vacía.


Sí, este dolor es mucho peor que el anterior, es un dolor que no hace más que seguirme y cavar cada vez más profundo dentro de mí.


Me transformé y ahora soy como la noche, dependiendo de que tú me notes en este vasto mundo donde sólo tú y yo convivimos. Y por pensar en ti, me olvidé de mí, incluso olvidé respirar. Un beso tuyo y ese embrujo que dejaste, esa tristeza, esa rabia y ese rechazo, todo eso se esfumó como si nada, y lo único que puedo decir es que no te vayas, que no me dejes, sin embargo, tampoco quiero que me ames por compasión, porque de tu habitación escuché cada palabra que terminó siendo un puñal en el corazón. Ven y dímelo a la cara, pero ¿qué me vas a enseñar? Yo ya conozco tu manera de amar y parece que a ti se te olvidó la mía, pero la luna y las estrellas son testigos de todo lo que sucedió esa noche, y ni las mentiras más elaboradas podrán cambiar esa verdad.


Pero esta noche, nada de eso importa. No quiero sentir, quiero olvidar por un instante toda esta amargura, este dolor que sólo sabe asfixiarme. A pesar de todo, sigues siendo la única persona en la que puedo confiar. Ven, sumérgete rápido dentro de mí y disfruta en estas escaleras que llevan al placer, a la oscuridad donde me encuentro y hazme creer que me estás sacando de ella, así sea por un pequeño instante, porque a veces vivir una mentira es mejor que plantarle cara a la realidad.


Sí, es un camino retorcido, pero incontables veces has desenfundado tu espada y bajado por estas escaleras. Por favor, haz que olvide todo. Por esta noche, no hay necesidad de ningún beso cargado de promesas y engaños, solamente necesito que obedezcas, sigue mis órdenes y di “Sí”.


El sonido de tus dedos acariciando mi piel destrozan mis entrañas con una lluvia de recuerdos que penetran en mi cabeza. No quiero volver dentro de esa jaula donde sólo estaba encadenado, pero mentiría si no te dijera que una parte de mi está bien si se encuentra atada a ti. Esta noche no me importa a dónde me lleve esta locura, sólo quiero un cálido y sutil beso apasionado, como si el mundo se estuviera acabando, regálame un último recuerdo perfecto antes de decirte adiós y llenemos de preciosos colores esta última noche que hoy la luna nos regala.

 

Y cuando llegue ese momento en el que no estés, cuando te pierda en silencio, yo sabré que es cierto. Tú no me quieres, ya no más junto a ti, y, aun así, sin importar lo retorcido que se haya tornado todo esto, yo seguiré en busca de una forma de estar a tu lado, donde tú y yo podamos estar juntos, mirándonos a los ojos sin sentir dolor, y cuando eso ocurra, por fin me daré cuenta de que habré salido de ese pozo oscuro, y me aseguraré de destrozar esas escaleras para siempre.



Fotografía: Nelson Wong

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