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Mala Sangre


Este relato fue escrito en el 2018 para participar en el concurso "Identidad Compartida Continúa"; el cuento debía darle continuidad a la novela "Identidad Compartida" de Rafael Baralt Lovera, y refiriéndose a lo que le ocurre a uno o varios de los personajes luego del capítulo final de la obra, tomando en cuenta la ubicación temporal (2045) y los adelantos científicos.




Lo había perdido para siempre. Andrew ya no estaría a su lado… de hecho, aquella identidad, aquella persona tan hermosa en todos los aspectos, ya no existía. El horrible deseo de seguir viviendo a cuesta de quien sea había ganado.


Con dolor, vio como aquel desconocido se alejaba de ella, sin embargo, el galfgano se mantenía inquieto, deseoso de seguir a aquella replica de su viejo amigo humano.


—No es él —dijo la mujer, arrodillándose frente al can y envolviéndolo entre sus brazos—. Andrew se ha ido.


Pero el galfgano seguía sin entender, no paraba de gimotear y mover la cola, incluso, intentaba zafarse de los brazos de Lena. Ladró, y al conseguir su libertad, corrió hacia el hombre para derribarlo al suelo y lamer su rostro con total desespero y amor.


La mente de Lena comenzó a maquinar sin control: Y si de verdad era él, y solo fingía no conocerla… Los perros pueden ver más allá del físico y el aroma, pueden sentir cosas que nosotros no. La mujer avanzó hasta ellos, se arrodilló junto a los dos amigos y, esperanzada, tomó una vez más la mano de aquel hombre.


—Andrew…


Se escuchó una detonación, y Lena cayó al suelo tras un grito de dolor. Su hombro derecho se teñía rápidamente con el brebaje escarlata que manaba la herida. El ardor que le había dejado la bala la carcomía por completo.


El pánico invadió el mirador. La gente corría en todas las direcciones en busca de refugio. El galfgano ladraba, y el hombre buscaba inútilmente el origen del disparo. Resignado, tomó a la mujer en brazos y se dispuso a correr a la velocidad de un rayo, con el peludo amigo de Lena a su lado. Otro disparo, y la bala rozó su cabeza; esta vez la vio impactar contra la arena.


El pequeño grupo terminó mezclándose entre la multitud y, tras adentrarse en la ciudad, se ocultaron en un solitario callejón, donde utilizaron un contenedor de basura como fortaleza. El mal olor que despedía aquel lugar le recordó a uno de los trabajadores de Biogenetics: Camilo Pellegrini. Atento, inspeccionó cada rincón del área para asegurarse de que aquel maloliente científico no merodeara cerca.


—Lena, ¿estás bien? —preguntó con desespero, con ese aire de dulce preocupación que solamente él podía emplear.


—Andrew… Sí eres tú —Lo miró a los ojos, y con una sonrisa acarició su rostro. La persona que más amaba estaba viva, y frente a ella.


Las sirenas de las patrullas se escuchaban a lo lejos, devolviéndolos nuevamente a la realidad. Afortunadamente, los disparos habían cesado, pero no tardarían en volver.


—Esa bala era para ti —aseguró la mujer con terror—. Josh aún está detrás de ti.


—No lo creo… Él —Tragó en seco. No deseaba revivir aquel encuentro, y decirlo en voz alta lo convertiría de una vez por todas en algo real.


—¿Andrew?


—Lo maté —soltó tras un largo silencio, y el peso que cargaba sobre sus hombros se disipó en casi su totalidad—. Asesiné a Josh Peterson… Maté a mi creador.


Las imágenes regresaron a su cabeza. Ambos en el piso, el clon y el original, luchando en un torbellino de violentas extremidades. Josh intentó disparar, pero Andrew fue más rápido y tiró del gatillo primero. La sangre formando un charco, la culpa, el miedo por haber arrebatado una vida, de haberse convertido en un ser tan despreciable como su progenitor... ¿Quién era él para terminar con una vida? Al final, resultó ser tan egoísta como Josh; ambos se dejaron manipular por el gran deseo de seguir viviendo.


—Era tu vida, o la de él —intentó consolarlo Lena.


Andrew negó con la cabeza, y, con delicadeza, retiró la mano de la mujer.


—Podía haberlo dejado inconsciente y huir… Buscarme otra identidad —se reprochó el clon, mientras frotaba sus sienes—. Buscarme una nueva identidad —En cuanto volvió a mirar el brazo de Lena, detuvo el flujo de sus palabras—. Estás sangrando mucho. Debo llevarte a un hospital.


Seguidamente, rasgó su gorro de lana y, torpemente, vendó la herida de Lena. Despacio, la ayudó a ponerse en pie y decidieron seguir adelante; se mezclarían con la multitud para avanzar inadvertidos hasta su destino.


A pesar de que sus vidas peligraban, sobre todo la de Andrew, a Lena le preocupaba más el “después”. Una vez que llegaran al hospital, ¿Andrew se marcharía, o seguiría a su lado? No quería perderlo otra vez.


La pareja, seguidos por el fiel galfgano, se detuvieron ante una bifurcación, pero ese elemento no era precisamente lo que los obligó a detenerse, sino, el sonido de unos pasos; éstos no eran cautelosos, al contrario, eran descuidados, como si huyeran… o persiguieran con desespero a alguien.


Andrew recostó a Lena junto a la pared, tomó un trozo de tubo de hierro que estaba junto a una pila de basura y esperó. Si era uno de los matones, tendría que estar preparado.


Josh Peterson estaba muerto, él mismo lo había visto sucumbir. Por lo tanto, era seguro que Hershon estuviera detrás de él; al fin y al cabo, aquel hombre no podía dejar que uno de sus productos anduviera libremente por ahí. Parece que el científico le seguía la pista muy de cerca, y no descansaría hasta capturarlo.


Una sombra emergió de la esquina. Andrew apretó con más fuerza su arma, y la alzó, dispuesto a golpear… Un grito lo detuvo de ello.


Pasmado, vio como la joven se desplomaba en el piso. Temblaba del miedo.


—Por favor —pidió con voz trémula—. No quiero volver a ese lugar.


Lena reconoció la voz. Alzó la mirada, y su memoria colapsó con numerosos recuerdos. No podía darle credibilidad a lo que sus ojos le mostraban.


—Angie —susurró.


—¿Doctora Kamprad?


***


El escondite de Angie se hallaba en el sótano de un viejo edificio abandonado. Sorprendentemente, a pesar de ser una edificación antigua, la cual no contaba con las últimas técnicas de construcción antisísmicas, sobrevivió a aquel devastador terremoto que fue la llave de la libertad de Andrew.


—Solo le cambié la venda —advirtió Angie tras tirar a la basura lo que quedaba del gorro de Andrew—. Necesita ir a un hospital… ¿Sucede algo?


Al igual que el galfgano, Andrew escudriñaba cada rincón de aquel lugar. El abandono era total, solamente disponía del colchón donde Lena yacía recostada, un montón de galletas sobre una vieja mesa de madera y un par de cortinas para darle privacidad a lo que de seguro era el baño; aquello último lo inquietaba.


—¿Hace cuánto vives aquí?


—No lo sé. Encontré este lugar días después de haber escapado de Biogenetics.


—Conoces su nombre —observó Lena con un poco de recelo.


—Está en cada rincón de la ciudad. Es imposible olvidarlo —Soltó un bufido de diversión—. Ahora la prisión en la que viví tiene nombre.


—Hershon me dijo que solo sobrevivieron siete clones, y todos ellos fueron trasladados a los centros de Los Ángeles y Nevada… ¿Cómo es que estás aquí? Me cuesta creer que hayas escapado.


—¿Qué insinúas? Te recuerdo que he salvado sus traseros —La muchacha tomó un trozo de vidrio y lo apuntó a Lena—. Podría matarte ya mismo, ahora que sé que formabas parte de aquel retorcido plan de vendernos como trozos de carne.


—Ella tiene razón —admitió Andrew, dejando perpleja a Lena. Despacio, posó su mano sobre la de Angie, haciéndola descender hasta retirarle la improvisada arma—. No hay necesidad de violencia.


La muchacha dejó escapar un bufido y se tumbó en el suelo, con la mirada fija en la nada.


—Tienes una cortina para darle privacidad al baño —comenzó Andrew, mientras se arrodillaba para acariciar al galfgano—. Alguien más estaba contigo, ¿no es así?


—Hershon mintió —dijo tras un largo silencio—. El terremoto fue como nuestra llave a la libertad. August y yo pasamos varios días en la calle antes de encontrar este lugar. Nos las arreglamos para conseguir comida… No fue hasta hace unas semanas, cuando unos hombres nos encontraron en el parque Lafayette. Dispararon y… Yo conseguí escapar, pero August… —dejó el resto de la historia en el aire.


—¿Qué hacían en ese lugar? —preguntó Lena. Saber que otro de sus pacientes había muerto destrozaba su alma.


—Conocimos a alguien. Dijo que podía ayudarnos a salir de la ciudad. Ir a otro país.


—¿Cómo? —la apremió Andrew.


—Esta noche, un barco saldrá del muelle treinta y tres de Embarcadero. Dijo que podíamos ir con él.


—¿Y es confiable? —preguntó Lena.


—Confío más en él que en ti. Después de todo, fue él quien me dijo que era un clon.


—¿Te dio su nombre?


—Keito Matsumoto.


Aquello no tenía sentido. Keito le había mandado una nota electrónica donde le contaba que estaba en Tokio, laborando en un nuevo empleo. ¿Le habría mentido? Tal vez era una trampa… O, de verdad quería ayudar a esos dos clones. Antes del terremoto, Keito le había dicho que Biogenetics ocultaba un gran secreto.


Por otro lado, Andrew dejó de creer en ella cuando le confesó su relación con Biogenetics, mientras que Angie confiaba plenamente en aquel antiguo empleado.


‹‹Tal vez, se deba a que Keito le dijo la verdad en el primer contacto —pensó Lena—, mientras que yo guardé el secreto por meses››


—Keito iba a ayudarnos a mí y a August, Andrew —prosiguió la muchacha, enfocando su mirada en él—. August ya no está, pero tú eres un clon, igual que yo. Él te ayudará. Podemos irnos juntos y ser libres.


‹‹Libre››, pensó Andrew. Aquella palabra le provocaba cosquillas en el estómago, y una sonrisa se dibujó en sus labios en cuanto imaginó tener una vida normal.


—Quiero ser libre —dijo.


Y ahí estaba esa expresión de dulzura, esa expresión que tanto adoraba Lena.


—¿A qué hora nos marchamos?


—Tu no vendrás —soltó Angie. Sus palabras fueron como trozos de vidrio enterrándose en su espalda—. Sabías cual era nuestro destino, formabas parte de los planes homicidas…


—Angie…


—¡NO! —explotó la muchacha. Se calmó, y esta vez su voz sonó gélida—. Keito no te aceptará. Odia a Biogenetics y todo lo que esté relacionado con ella.


—Keito trabajó para…


—Lo sé —la cortó con desprecio—. Me lo contó todo. Sabía que esa empresa escondía algo sucio, y en cuanto lo descubrió, se marchó con la intención de buscar una manera de ayudarnos.


Un recuerdo estalló en la cabeza de Lena: Estaba en una extensión de platabanda del último piso, el calor era descomunal, y Keito había encendido un cigarrillo.


‹‹Hasta hoy trabajo en Biogenetics… Creo que aquí trafican con órganos humanos››


‹‹No es lo que crees —había dicho Lena en aquel momento con la intención de evadir la conjetura››


‹‹Quizás me equivoque, pero si estoy en lo cierto, prefiero estar bien lejos de esto. Tu deberías de hacer lo mismo, Lena…››


Ella se había quedado, pero para salvar a Andrew… solo a Andrew. En cambio, Keito buscaba la forma de salvar a los diez clones, y ahora intentaba salvarle la vida a dos.


—Angie tiene razón, Lena —Aquellas palabras terminaron de empujar los vidrios y perforar su corazón—. No tiene sentido que nos acompañes. La verdad es que tampoco confío en ti, y estoy seguro de que Angie y yo podremos sobrevivir si trabajamos juntos.


—Ambos somos clones. Así que sabemos perfectamente las dolencias del otro.


Lena intentó ponerse de pie. Andrew corrió para impedírselo, ya que lo mejor era que guardara reposo, pero ella negó con la cabeza, y, tras levantarse, abrazó con mucha fuerza a Andrew.


—No me dejes, Andrew —suplicó, permitiendo que las lágrimas surcaran sus mejillas. El aludido le devolvió el abrazo en total silencio—. Sé que hice mal, pero todos merecemos una segunda oportunidad —Se apartó de él y lo miró a los ojos—. Te amo.


Andrew no podía mantenerle la mirada, así que la desvió hacia un rincón.


—Lamento tanto todo lo ocurrido.


—No solo a mí me debes una disculpa —dijo él, tras hacer un gesto para que su peludo amigo se acercara. Señaló a la muchacha con la mirada.


Lena enjugó sus ojos y vio a Angie.


—Está bien —soltó ella de brazos cruzados. La verdad, es que no le importaba lo que sintiera o no Lena.


—No voy a rendirme, Andrew —prometió la mujer—. Lucharé para estar a tu lado.


—Tal vez nos volvamos a ver, así como hoy —añadió Andrew, abriendo una pequeña ventana en el corazón de la doctora.


***


La noche dominaba el firmamento, y Andrew sonreía. Finalmente estaba cumpliendo una de sus promesas: Conducir un V-Coop. Junto a Angie, había dejado a Lena y al galfgano en el Memorial Hospital, ahora, su siguiente parada era el puerto de San Francisco, donde Keito los esperaba. Solo disponían de treinta minutos para llegar antes de que éste se marchara sin ellos.


Afortunadamente, las calles estaban desiertas, lo que permitía transitar con mayor rapidez, sin embargo, Angie le aconsejó prudencia con la velocidad, ya que no debían llamar la atención de algún oficial.


Siguieron por Bush Street hasta llegar a la intersección con Market Street, donde condujeron hasta alcanzar la entrada de Embarcadero.


—Por aquí —Angie le daba instrucciones precisas a Andrew sobre qué dirección debía tomar. En ese momento iban en contra flecha, pero, en cuanto llegaron a la intersección con Washington Street, tomaron el carril correspondiente.


—Conoces muy bien este lugar.


—He venido muchas veces —declaró, con la mirada enfocada al otro lado del vidrio del auto—. Es aquí.


Dejaron el auto junto a la acera, y ambos clones se dispusieron a correr hasta el punto exacto de encuentro.


—Aquí no hay nadie —dijo Andrew, mirando a su alrededor. El lugar estaba desierto—. ¿Estás segura de que es aquí?


—Sí —contestó la muchacha, avanzando hasta el final del muelle. La brisa soplaba con fuerza, y Angie se ajustó la bufanda para protegerse del frío. Miró el agua, y recordó una embarcación de techo amarillo—. El primer viaje…


Andrew notó que su compañera parecía un poco nostálgica. Despacio, caminó hacia ella con la intención de animarla un poco.


—Tal vez llegamos temprano —comentó, sin dejar de avanzar—. Creo que deberíamos de escondernos, y esperar a…


Angie se volvió, y golpeó el rostro de Andrew con un trozo rectangular de madera.


El clon cayó inconsciente sobre el piso, y Angie arrojó el arma al agua. Con cautela, se inclinó junto a él y comprobó que aún tenía pulso.


—Maldición —masculló al ver la herida en la frente. Decidió no darle importancia a aquello—. Lo siento, Andrew, pero aún sigues siendo mío.


***


Lentamente, abrió los ojos. El blanco dominaba toda la estancia. Parpadeó, y distinguió numerosos equipos médicos a su alrededor, bamboleándose con el ligero movimiento de aquel compartimiento. Intentó ponerse de pie, pero las correas en sus brazos y piernas le impedían ejercer tal acción. Entró en desespero.


—Al fin despiertas.


Volvió la mirada, y vio a Angie sonreír de forma siniestra.


—Descuida, Hershon me dijo que no sentirás nada. Será como irte a dormir.


—Angie, ¿qué está pasando?


—¿Angie? Bueno, ese es el nombre de este cuerpo tan desagradable —dijo con diversión. Despacio, acercó su rostro al de Andrew—.Llámame por mi nombre. Josh Peterson —Los Ojos de Andrew se abrieron como dos enormes platos—. Es hora de que recupere mi vida.


—¿Cómo? Yo… Yo te vi morir. ¡Yo te maté!


—Eres malo asesinando —contestó, con un encogimiento de hombros—. Solo estaba inconsciente. Por suerte, Hershon me encontró, me mantuvo con vida y prometió darme lo que quería. Mi cuerpo original estaba en sus últimas, así que Hershon decidió transferir mis recuerdos a este modelo mientras el C-005 llegaba. Los avances de Biogenetics nunca dejan de sorprenderme.


El movimiento se detuvo, las puertas se abrieron y, aun aferrado a la camilla, dos sujetos bajaron a Andrew de la furgoneta. Mientras él luchaba por su libertad, lo ingresaron a una edificación donde recorrieron largos y fríos pasillos blancos.


—¡AYUDA! —gritaba con desespero.


—Quirófano tres. Prepárenlo inmediatamente —ordenó uno de los médicos sin siquiera verlo. El sujeto es material para un Trasplante Plus.


Tras largos minutos de preparación, Andrew se encontraba en un pequeño y helado cuarto rectangular repleto de terroríficos equipos y personas enguantadas con el rostro cubierto por mascarillas.


Su corazón latía con fuerza. Ese no podía ser su fin.


—Tranquilo, Andrew —dijo una voz muy familiar a su lado—. Todo acabará muy pronto.


Aterrado, el aludido volvió la mirada a un lado y vislumbró a Hershon.


—Me ocasionaste muchos problemas, Andrew, pero eso llega a su fin esta noche. Ve el lado positivo —añadió, al ver como las lágrimas se deslizaban por el rostro de su producto—. Conociste un poco el mundo real.


Chasqueó los dedos, y un sujeto se acercó con una mascarilla que cubrió la nariz y la boca de Andrew, quien no paraba de retorcerse y gritar.


—Respira, Andrew. No tiene caso que te resistas —susurró Hershon con una ponzoñosa tranquilidad, mientras acariciaba el cabello de aquel clon—. Ya todo terminará.


El cuerpo de Andrew comenzó a tornarse pesado, sus brazos pesaban como el plomo. La niebla carcomía su campo visual con pereza, mientras que los sonidos se distorsionaban.


Dejó de luchar, y antes de que la oscuridad lo abrigara por completo, se aferró a un único recuerdo.



Fotografía: Cassi Josh

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